Sobre todo en los días claros, desde algunos puntos de la costa de Cádiz se divisa la silueta del norte de Marruecos. Apenas media hora en un ferry separa Europa de África, dos mundos en la "ficción" tan alejados están en realidad increíblemente cerca. Tanto que mucha gente duda la primera vez que lo ve, "¿eso es África?. ¡Pero sí está ahí mismo!".
Desde Cádiz se ve Marruecos, pero no se ve Madrid. La callecitas del centro histórico de Tarifa están llenas de tiendas que bien podrían pertenecer al mercado de Marrakesh: babuchas, manos de Fátima, pendientes, mantas de colores... Pero nadie vende souvenirs de osos y madroños, ni siquiera camisetas del tricapeón Barsa...
A mí todo esto me da qué pensar, ya lo dije, soy ignorante y me falta mucha información para que los puzzles puedan formar imágenes completas. De todas formas, estoy segura de que no soy la única que duda de cuál es su lugar en el mundo.
Hace un par de días, un Europodiputado ha dicho en una entrevista que algunas de las pateras que llegan a Europa deberían ser hundidas, como medida para frenar la inmigración desde el Tercer Mundo.
No sé qué me da más miedo, si el Eurodiputado en cuestión o el hecho de que se haya atrevido a decirlo. Lo primero, porque se supone que este "señor" vela por los intereses de los ciudadanos. Lo segundo porque si este "señor", del que no creo que sea muy tonto, se ha atrevido a decirlo en una entrevista nada menos que en la BBC, debe ser porque siente que muchas personas, aunque no lo manifiesten abiertamente, piensan más o menos igual.
"no digo que se deba asesinar a nadie en el mar", dice el tipo. Y yo pienso, "no, claro, con intentarlo basta". Luego se les mandan unas balsitas para quedar bien, se salva a alguno y entonces será homicidio involuntario.
Desde luego, si señores como este son los que tienen que construir Europa, vaya mierda de lugar para vivir que van a hacer. Yo, por lo menos, siento que tengo más en común con esas otras personas que son capaces de arriesgar la vida, dejar a los suyos, ir hacia un futuro incierto solo por necesidad de sobrevivir, que con este otro, que es capaz de matar para guardar lo que tiene.
No sé qué me da más miedo, si el Eurodiputado en cuestión o el hecho de que se haya atrevido a decirlo. Lo primero, porque se supone que este "señor" vela por los intereses de los ciudadanos. Lo segundo porque si este "señor", del que no creo que sea muy tonto, se ha atrevido a decirlo en una entrevista nada menos que en la BBC, debe ser porque siente que muchas personas, aunque no lo manifiesten abiertamente, piensan más o menos igual.
"no digo que se deba asesinar a nadie en el mar", dice el tipo. Y yo pienso, "no, claro, con intentarlo basta". Luego se les mandan unas balsitas para quedar bien, se salva a alguno y entonces será homicidio involuntario.
Desde luego, si señores como este son los que tienen que construir Europa, vaya mierda de lugar para vivir que van a hacer. Yo, por lo menos, siento que tengo más en común con esas otras personas que son capaces de arriesgar la vida, dejar a los suyos, ir hacia un futuro incierto solo por necesidad de sobrevivir, que con este otro, que es capaz de matar para guardar lo que tiene.
Este fin de semana he estado de viaje en Marrakech con unas amigas. Una experiencia, una vivencia diferente, de esas que te marcan y no olvidas. Entre sus calles y bajo su ardiente sol, entre la multitud de las calles del zoco, sentía en mi piel la sensación de ser extranjera, de ser diferente. Miraba todo con ojos curiosos, queriendo aprender todo, entender la forma de vida, quería saber qué pensaban, cómo viven el calor, qué piensan de los turistas, cómo son las relaciones entre hombres y mujeres...
Pero junto a esa sensación, otra, intensa y evidente, me envolvía y maravillaba. Nunca hasta este momento, en ningún otro país que haya visitado, había sentido de forma tan clara la conexión entre todos los que formamos la raza humana. Tal vez el estar tanta gente en el mismo estrecho lugar al mismo tiempo. Todos, marroquis y turistas comprando en los mismos lugares, teniendo sed y calor, queriendo pasar, queriendo comprar barato, queriendo ser preferido, a veces queriendo tocar carne con disimulo amparado en el anonimato de la multitud... Miraba a los ojos de las personas que tenía cerca y podía leer en ellos, en los de los turistas y en los de los autóctonos, los mismos deseos.
Marrakech, para mí, además de un lugar del mundo maravilloso como todos para conocer y abrir mis ojos y mi mente, ha sido una lección de raza, de la humana.
El mundo es complejo, diverso, inmenso. La vida es polifácetica y yo solo soy una persona, limitada, finita. Necesito comprenderla mejor, entender las causas y consecuencias de las miles de informaciones que me llegan constantemente. Tal vez otras personas, muchas, también limitadas, puedan o quieran ayudarme a reunir las fichas del puzzle. Tal vez así pueda ver el dibujo en perspectiva
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